martes, 27 de diciembre de 2011

El levantamiento: Hungría destruye todos los campos de maíz transgenico de Monsanto | Diario Patagon

El levantamiento: Hungría destruye todos los campos de maíz transgenico de Monsanto
En marzo, Hungría introdujo una nueva regulación para impedir el ingreso y comercio de semillas OMG (transgenicos inventados por Monsanto) donde cada estado debía revisar y vigilar el transito de semillas antes de su introducción al mercado local. Sin embargo, algunas semillas transgénicas fueron mezcladas con las normales. Esta es una estrategia muy conocida de la Corporación norteamericana perteneciente a Rockefeller, para contaminar e introducir sus productos por la fuerza. Muchos agricultores de Hungria tenían plantas transgenicas en sus campos sin ser conscientes de ello. En este articulo: APRENDA COMO DESTRUIR CULTIVOS TRANSGÉNICOS Y POOLES DE SIEMBRA SIN DISPARAR UNA BALA.

Como resultado de una nueva maniobra sucia de Monsanto, se hallaron casi 1.000 hectáreas de maíz cultivadas con semillas genéticamente modificadas, que se distribuían por toda Hungria. El secretario de Estado adjunto del Ministerio de Desarrollo Rural Bognar Lajos dijo que el maíz transgénico ha sido erradicado, y que el polen no se ha llegado a diseminarse desde el maíz transgenico.

Planetsave informa:
"A diferencia de la legislación de varios países de la Unión Europea, las semillas transgénicas están prohibidas en Hungría. Los controles continuarán y los comerciantes de semillas deberán, obligatoriamente, asegurarse de que sus productos esten libres de transgénicos", dijo Bognar.
Al mismo tiempo, en Los Estados Unidos, la gente comienza a tomar consciencia sobre las consecuencias de tener cultivos OMG invadiendo libremente el país.

      A mediados de los 90, la corporación Monsanto introdujo semillas genéticamente modificadas, que resisten la marca Roundup, también de Monsanto. RoundUp Ready es un herbicida a base de hodrocarburos y glifosato. Hoy en día, estos llamados "campos Roundup Ready" se distribuyen por todo los EE.UU. - el 94 por ciento de la soja, más del 70 por ciento del maíz y el algodón poseen el gen resistente al Roundup.

Las corporaciones no pueden jugar a ser Dios

      Además de los conocidos riesgos para la salud humana, y los daños para la biodiversidad, que los cultivos transgenicos significan, cuando la tierra se dosifica durante años con un solo herbicida, los ecosistemas se adaptan. Y la naturaleza desafia al Roundup desarrollando "supermalezas" que en la actualidad se encuentran "fuera de control".

      Lejos de equilibrarse, el problema para Monsanto se acelera, debido a que las mal llamadas "malas hierbas" (resistentes al glifosato) cada vez son mas fuertes.

De acuerdo con Mother Jones:
"Las nuevas malas hierbas se adaptan más rápidamente y con más fuerza que sus antecesoras, los campos se asfixian acorde a la obstrucción de canales de riego, las malezas crecen tan rápido que ni el agua puede pasar."
Fuente de la noticia: Mercola.com
Datos añadidos: Aimee Rice


Consejos para destruir cultivos transgenicos

      Lo que estos "señores" norteamericanos llaman  "malas hierbas", son especies vegetales naturales que actúan en defensa del planeta mientras nosotros, los seres humanos, no lo hacemos. Y estas plantitas luchan desesperadamente contra los químicos destructivos de Monsanto y otras corporaciones que amenazan toda vida sobre la tierra.

      Los transgenicos y los herbicidas se caracterizan por ser contaminantes y destruir especies animales (por ejemplo las abejas). Estas especies en peligro constituyen una simbiosis necesaria con la biodiversidad, una interacción que hace a la continuidad y estructura que permiten un equilibrio entre factores para que la vida exista en la Tierra.

      Una de estas "super malezas" es el Amaranto, un cereal que fue considerado el más nutritivo del planeta, y que fue utilizado por los astronautas de la NASA acorde a sus cualidades alimenticias. El amaranto fue la primer especie vegetal en germinar en el espacio , y antes de la fiebre financiera inducida por Monsanto, se consideraba el alimento del futuro.

Es más barato y saludable cultivas Amaranto.
Pero la rentabilidad la imponen los mismos banqueros que financian Monsanto.

      El amaranto necesita menos cuidados que los cultivos genéticamente modificados y al ser una plaga se distribuye fácilmente. Es tan sabroso como cualquier otro cereal.

      El amaranto combate el cancer y fue utilizado en terapias complejas por medicos y científicos en todo el mundo para curar el cancer en pacientes. Mientras tanto, los transgenicos producen cáncer y leucemia.

Por eso

      Estudie y aprenda más sobre el Amaranto, una planta que fue sagrada para los Incas.

      Averigüe cual es la mejor fecha para sembrarlo, y entonces, pague a Monsanto y sus cipayos, dueños de pooles de siembra o campos cancerígenos,  con la misma moneda. Ellos contaminan el medioambiente con basura. Usted contamine sus campos con Amaranto, esparza las semillas desde un avión o arrojelas al viento en los cultivos de soja transgenica de Argentina. E invite a sus amigos a hacer lo mismo.

     El amaranto resistirá el RoundUp Ready o glifosato.

Guarde semillas puras de Amaranto para usted, y si es agricultor, siembre Amaranto y ofrezca su producto al mundo.

      En la actualidad, es mejor negocio vender orgánicos que transgenicos (puede consultarlo con cualquier europeo), porque nadie quiere alimentarse con tumores cerebrales e infertilidad. Duerma sin culpa, sabiendo que mientras comercia, hace un bien a la humanidad, y construya su negocio independizándose de Monsanto y sus mentiras. No está probado científicamente NI DE NINGUNA MANERA que los transgenicos beneficien la producción.

      Y pregúntele a su almohada, ¿Cual es la razón de implementar una campaña de marketing impresionante para sembrar soja cancerígena cuando antes existía el Amaranto? ¿Por que los mismos banqueros que financian a Monsanto en pos de "acabar con el hambre mundial", tales como: Rockefeller o Bill Gates, también financian campañas de vacunación masiva contra la gripe porcina, inyectando veneno a los niños?

http://bolsonweb.com.ar/diariobolson/detalle.php?id_noticia=25958#content

El mundo según Monsanto (Doblado al Español)

lunes, 31 de octubre de 2011

Las abejas quieren un pacto con el hombre

ENTREVISTA: TALENTOS CON ÉXITO SALVADOR ANDRÉS SANTONJA Apicultor y naturalista

"Las abejas quieren un pacto con el hombre"


Salvador Andrés Santonja (Alcoy, Alicante, 1935) fue un apicultor como los demás hasta que hace unos años un tribunal médico lo declaró inútil total para la profesión por una lesión en la columna vertebral. Y esa eventualidad, sin embargo, ha sido el principal acontecimiento de su vida, puesto que le ha dado un nuevo sentido a su existencia. Si hasta entonces se había beneficiado de las abejas en su negocio, ahora iba a dedicar su vida a mejorar la de las abejas.
Salvador Andrés Santonja
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Salvador Andrés Santonja- JESÚS CISCAR

La noticia en otros webs

"Las polinizaciones selectivas para obtener mieles monoflorales a la larga acaban con la biodiversidad, son una catástrofe"
Pregunta. ¿Cuál es su cometido?
Respuesta. Recoger enjambres silvestres y crear infraestructuras para las abejas en el monte que les permitan arrancar de nuevo. En el parque natural de la Font Roja no había ninguna abeja polinizando y, en contrapartida, las abejas acuden a los jardines de Alcoy, que están bien regados. Entonces lo planteé al Ayuntamiento y se creó el Depósito Municipal de Abejas.
P. ¿Fabrica usted estas colmenas tan singulares?
R. Sí, imitan al tronco del árbol. Tienen que ser lo más naturales posible para que las abejas puedan desarrollar en condiciones su vida. Dentro le meto excremento de polilla, que es lo que atrae a los enjambres. Cuando un enjambre abandona la colmena, los panales se apolillan. Primero se apolilla el polen, luego la cera, luego la carroña, luego el excremento... hasta que queda un residuo final muy aromático que atrae a las abejas exploradoras. Es una esencia milenaria que despierta su interés por iniciar una nueva colmena.
P. ¿De dónde la obtiene?
R. Tengo un criadero de polillas y les doy los panales para producir la esencia milenaria. Si sacas cuentas, debe valer sobre los 60 euros el kilo, pero es indispensable para que entren en una colmena nueva.
P. ¿Qué hacía antes?
R. Era apicultor, pero me dieron por inútil a causa de la columna y decidí dedicarme a observar las abejas sin prisas. Vi que los conceptos que tenía sobre ellas estaban equivocados. Que todo lo que había leído no era del todo cierto. El hombre ha tergiversado la vida de las abejas. Al observarlas me di cuenta de que eran más inteligentes de lo que pensaba. Me cautivaron.
P. ¿Qué conclusión ha sacado de los muchos años que las ha observado?
R. Que la abeja no ha venido al mundo a proporcionarle miel al hombre. Ha venido a proporcionarle comida: fruta, verdura, legumbres... Ha venido a polinizar. Las abejas necesitaban ayuda del hombre.
P. ¿Para qué?
R. Las abejas quieren hacer un pacto con el hombre: ellas evitan que España se desertice a cambio de que el hombre las ayude a sobrevivir.
P. ¿Cómo?
R. Regulando sus enemigos como la lagartija o la avispa. La abeja es una golosina, un caramelito relleno de miel que vuela. Ellas buscan estrategias para sobrevivir a sus depredadores, y al medio ambiente le interesa regular la polinización. Ahora es abusiva en unos sitios y nula en otros. Esto no es rentable para el apicultor, pero sí lo es para el medio ambiente, por lo que la Administración debería implicarse.
P. ¿Es cierto que la presencia de abejas ayuda a recuperarse a los bosques quemados?
R. La tierra es más fértil tras un incendio. Nacen flores, pero, como los enjambres se han quemado, no se polinizarán si no ponemos otros. Ésa es nuestra misión. Ningún colmenero con dos dedos de conocimiento lo hará, porque allí no puede sacar producción, pero allí es donde la naturaleza requiere a las abejas para regenerarse antes. Pero, claro, ¿quién le paga a ese colmenero? Ése es el tema. Es necesario que la Administración cree esa figura. Yo puedo hacerlo, porque tengo la paguita de jubilado, pero, si quiero hacerlo bien, con colmenas adecuadas para que las abejas sobrevivan, pierdo dinero.
P. Sin embargo, parece que le compensa espiritualmente.
R. El Ayuntamiento me da una cantidad, pero cada colmena que construyo me cuesta 240 euros, porque quiero que sea decente. Pero esto es un beneficio para el medio ambiente. Y, si se hiciera en serio y de manera sistemática, se podrían fertilizar hasta los desiertos. Sería un proceso largo, pero seguro.
P. ¿Usted ya no prueba la miel?
R. No. Durante muchos años me beneficié de las abejas, ahora dedico mi tiempo a beneficiarlas a ellas. Además, estoy en contra de las mieles monoflorales, porque a la larga estas polinizaciones selectivas acaban con la biodiversidad, y eso es una catástrofe en la flora y en la fauna.
P. ¿Está arrepentido de haber producido miel?
R. No, estoy agradecido de haber acertado en mis conclusiones.
P. ¿Cuál es la mejor de las que ha probado?
R. No todas son buenas. La de jazmín es venenosa. La Biblia atribuye a un milagro la muerte de las tropas que sitiaban Jericó, pero en realidad se debió, según las investigaciones posteriores, a que los servicios de intendencia cogieron los panales de miel de jazmín para alimentar a las tropas. Por eso hay que tomarla de mil flores, porque, aparte de hacerle un beneficio a la naturaleza, mata menos.
P. ¿Pero a usted cuál es la que más le gusta?
R. Ninguna. Estoy empachado.
P. ¿Qué relación tiene con los apicultores?
R. Me miran con recelo. Dicen que estoy engañando a los consejeros de Medio Ambiente contándoles cuentos chinos, pero cualquiera que sea botánico o científico comprende que la biodiversidad se consigue polinizando todo el año.
P. En sus observaciones, ¿le ha sorprendido el sistema de organización social de las abejas?
R. Las rarezas de las abejas, siendo ciertas y curiosas, son secundarias. Lo que nos interesa saber es que son polinizadoras. Pero ellas son sociales, y nosotros, no. Pensamos que lo somos, pero necesitamos fundar la figura del abogado, del juez... Los animales sociales, como las abejas, no necesitan todo eso. Nosotros hemos tenido que hacer unas normas sociales para poder ser sociales.
P. ¿Por qué tienen mala prensa los zánganos?
R. Por desconocidos. Se piensa que no trabaja, pero el zángano es un mensajero genético. Evita que se consanguine la población. El zángano emigra, no se pelea, no crea problemas: lo único que pide es alimento. Es poderoso, es capaz de romper el vuelo con una rapidez que no tiene la abeja. Su zumbido es tan potente que espanta a los depredadores y así protege a la reina. Su pecho es como un compresor y se esfuerzan en aparentar robustez para que la reina los elija, pero hay zánganos que hinchan tanto el abdomen que se les desencaja el último anillo y estallan.
P. No le habrán picado nunca, claro.
R. No hay apicultor al que no le hayan picado nunca.

Cómplice privilegiado de la naturaleza

El interés de Salvador Andrés Santonja por las abejas se remonta a sus días de párvulo, cuando su maestro, que tenía colmenas, le explicaba el maravilloso mundo de estos insectos. Luego, entre otros oficios, fue apicultor, pero su gran asunto fue emplearse a fondo observando las abejas para conocerlas mejor y replantear la relación del hombre con ellas. Una de sus principales conclusiones es que la polilla Galleria mellonella, considerada desde siempre como una terrible plaga de las abejas, en realidad es una aliada que limpia la colmena de esporas y microorganismos. Hoy, la mayoría de los apicultores lo miran por encima del hombro por sus teorías no productivas que persiguen más el beneficio de la humanidad que el negocio del hombre. Sin embargo, los biólogos y botánicos lo admiran. Sólo se considera un observador que mira y apunta, que hace conjeturas y saca conclusiones. No le ha dado importancia a su trabajo hasta que desde determinados estamentos universitarios le han hecho notar que sus investigaciones tenían un gran interés. Es un tipo rústico que, sin embargo, posee una visión muy avanzada de la naturaleza. Deambula por los jardines de Alcoy recogiendo los enjambres de unas abejas que, como síntoma de que algo va mal, huyen de las sierras y buscan la humedad de los parques públicos. Luego los devuelve a los medios naturales para polinizar sus zonas devastadas por el fuego y la desertización. Está convencido de que las abejas lo escogieron para ir descubriendo sus secretos. "Me han cautivado y me van diciendo cosas: ya soy más abeja que hombre en el modo de pensar", se sincera.

viernes, 16 de septiembre de 2011

LAS CONSECUENCIAS DEL MONOCULTIVO

El disparate sojero

El autor analiza las razones que llevaron a la expansión descontrolada de la soja transgénica y el impacto que ello está produciendo en el medio ambiente, el empleo, la salud y el perfil productivo del país.
 Por Alberto J. Lapolla *
El cultivo de soja transgénica forrajera ocupa ya más del 50 por ciento de la producción de granos y el 55 por ciento de la superficie agrícola sembrada, pero si en realidad consideráramos la superficie agrícola original de este proceso, allá por 1995, la expansión es muchísimo mayor. La superficie sembrada hoy con soja RR supera a toda el área sembrada en 1995. Esto implica que para llegar a los 35 millones de hectáreas actuales se debió ocupar una enorme cantidad de tierras históricamente destinadas a la ganadería, a la lechería, al monte frutal, a la horticultura, al monte virgen, a la apicultura, a la producción familiar, y a otros cultivos que fueron desplazados por la soja como el girasol, el maíz, la batata y el algodón. La superficie sojizada crece año a año a costa de otras producciones. Así, en 2004, la superficie agrícola total era de 27 millones de hectáreas mientras que hoy ya superamos las 35 millones, cifra equivalente al 12,5 por ciento de la superficie del país.
El pool sojero multinacional que controla y domina el “negocio” estima que para 2017 la superficie agrícola argentina orillará las 120 millones de hectáreas. Algo así como el 43 por ciento de la superficie nacional, un verdadero disparate ambiental y agronómico. La sojización desenfrenada, lejos de ser un hecho saludable, constituye un verdadero problema para la economía nacional y la protección de nuestro ecosistema agrícola.
Pero lo es también para la vida misma de nuestros habitantes. Sólo 19 naciones en el mundo permiten el cultivo de variedades transgénicas –es decir modificadas genéticamente (OGM)– de manera libre y sólo 5 lo permiten en gran escala: la Argentina es una de ellas, siendo la que posee la mayor superficie relativa de OGM sembrada de manera abierta en el mundo.
Peor aún, el 99 por ciento de la soja sembrada en nuestro país es transgénica. El saber científico actual, aportado por el estudio del genoma humano, ha demolido la teoría de base de la transgenia: “un gen una proteína”, sumiendo a los científicos empleados de las multinacionales en el desconcierto y el ocultamiento. De hecho desconocemos qué efectos puedan producir los OGM en el ecosistema global y en la salud humana, a mediano y largo plazo. La OMS ha señalado que desde 1995, fecha en que los cultivos transgénicos hicieron su irrupción, el 65 por ciento de las afecciones de la población mundial está relacionado con la alimentación.

¡Ay Felipe!

Monsanto culminó el proceso de estabilización de la soja RR en 1993, ya en 1994 fue aprobada por el organismo correspondiente al control alimentario de los EE.UU., con la oposición de las Agencia Nacional Ambiental (USDA). Las fuertes presiones de la empresa lograron que al año siguiente, la USDA aprobara la liberación de la soja RR. Entre la estabilización de la soja RR y su lanzamiento al ecosistema mundial apenas transcurrieron dos o tres años, lapso insuficiente para evaluar efectos ambientales sobre el conjunto del ecosistema global a corto, mediano y largo plazo. Pero lo más grave que nos compete es que en 1995, el entonces secretario de Agricultura de Menem, Felipe Solá, autorizó la liberación de la soja RR en Argentina sin ningún estudio previo que avalara la decisión. De allí en más nada la ha detenido, produciendo graves efectos ambientales, sociales, sanitarios y estructurales.
Todo modelo basado en un monocultivo es esencialmente no sustentable y estructuralmente débil. Sin embargo, la expansión del monocultivo de soja transgénica trae aparejada otros serios problemas. El más importante radica en la degradación de nuestro sistema productivo: hemos dejado de ser un país productor de alimentos para pasar a ser un enclave productor de forraje, para que otras naciones produzcan carne. Somos productores de “pasto-soja”, para que China, India y la Unión Europea puedan criar de manera subsidiada a sus cerdos, aves y vacunos.
En este planteo neocolonial hemos llegado al extremo de venderle soja en grano a Chile para que produzca carne aviar y porcina y la exporte, mientras nosotros importamos ambos productos debido a la reducción drástica de las áreas y los stocks ganaderos producidos por la sojización. El aumento del precio de los alimentos como hortalizas, frutas, lácteos y los diferentes productos cárnicos –la carne ovina pasó de ser un sustituto barato de la carne vacuna a ser un producto de lujo– tiene relación directa con la caída constante del área destinada a su producción.

Contaminación
al por mayor

El otro elemento de extrema gravedad es la altísima contaminación ambiental que produce el sistema, ya que el mismo se basa en el uso masivo de agrotóxicos en forma permanente. No sólo glifosato, sino una larga lista de productos de altísima toxicidad, algunos prohibidos en los países centrales. En la última campaña se usaron alrededor de 220 millones de litros de glifosato, de 23 a 29 millones de litros de 2-4-D, cerca de 7 millones de litros de endosulfán y casi el mismo volumen de atrazina y un volumen menor de diquat y paraquat, llegando a un total de alrededor de 150 mil toneladas de plaguicidas y 1,3 millones de toneladas de fertilizantes, con efectos acumulativos y exponencialmente crecientes desde 1996 hasta la fecha. Tanto el 2-4-D, el diquat, el paraquat, el endosulfán sumados a los coadyudantes y acompañantes del glifosato, son productos altamente cancerígenos. Recientes estudios del Instituto Curie francés, llevados adelante por Robert Bellé, confirman que el glifosato en su forma comercial más habitual, el Round-up, es disparador de los mecanismos formadores del cáncer.
Otro aspecto del problema es la pérdida de la fertilidad de los suelos. Cada cosecha implica una enorme extracción de nutrientes que salen con los granos y que no son repuestos. Para producir una tonelada de grano la soja extrae 16 kg/ha de calcio, 9 kg de magnesio, 7 kg de azufre, 8 kg de fósforo, 33 kg de potasio y 80 kg de nitrógeno. Esta exacción afecta la fertilidad actual del suelo y al repetirse en un ciclo continuo y prolongado, afecta también su fertilidad potencial. Con el agravante que la fertilización química produce contaminación, mientras que la restauración natural de la fertilidad no lo hace y tiene mucho menor costo.

La soja destruye
empleo y producción

Cada 500 hectáreas de soja RR genera un solo puesto de trabajo, destruyendo 9 de cada 10 empleos efectivos. La razón es que el tiempo de labranza de la soja transgénica es de 40 minutos/hombre/Ha, contra 180 del sistema tradicional. En cambio 100 hectáreas destinadas a la agricultura familiar producen 35 puestos reales, sin contaminación. Esta bajísima demanda laboral explica que hoy los trabajadores rurales apenas lleguen a 1,3 millón, con el agravante de que sólo un tercio trabaja en blanco.
La sojización también destruye la pequeña producción. Ante los márgenes de ganancia de la soja RR y sin intervención estatal que cambie la ecuación –el “mercado” jamás lo hará– dejan de ser viables la huerta, el monte frutal, la apicultura, la ganadería, el monte artificial, la producción lechera, porcina o apícola. Algunas por competencia, otras simplemente por cercanía a los vuelos u aplicaciones terrestres de glifosato que por ser un herbicida total destruye todo tipo de plantaciones.
Tampoco es rentable la soja RR para superficies menores de 300, 350 y hasta 500 has según la región, por lo cual los pequeños y medianos agricultores deben arrendar o vender sus campos. Esto ya produjo la desaparición de casi 180.000 productores entre 1990 y 2002.
Por último, la sojización ha arrasado el monte nativo, hasta prácticamente su eliminación total. En América latina se han perdido 21 millones de hectáreas de bosque, de los cuales 14 millones corresponden a la Argentina. Todo ello para producir riqueza para un sector minúsculo de la población: 80.000 productores sojeros, sobre 330.000 productores agrarios y 40 millones de argentinos.

Qué hacer

Es necesario un Plan Nacional Agropecuario que organice una salida gradual de la sojización, basado en el repoblamiento rural, con entrega de tierras. Con políticas activas de apoyo de la producción familiar, recuperando la producción natural de alimentos como base del campo argentino. Además de aplicar justas retenciones, es necesario penalizar la exportación de grano, aceite o torta de soja, estimulando la agregación de valor. Hay que recuperar las producciones debilitadas como la ganadería, la lechería y la horticultura. Se deben prohibir las fumigaciones cercanas a los poblados y se deben reducir drásticamente las aplicaciones excesivas e innecesarias de herbicidas y pesticidas, generando políticas de depuración y recuperación ambiental regionales.
Este primer paso obligaría a alternar rotaciones agrícolas-ganaderas y rotaciones de cultivos, mejorando la situación ecológica en general. Es necesario reducir el área de soja RR. Los argentinos no necesitamos la soja RR para nuestro desarrollo, su expansión descontrolada ha sido una imposición del “mercado mundial”. Es posible recuperar una política soberana de desarrollo nacional y agropecuario.
* Ingeniero Agrónomo genetista. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CMP.