lunes, 11 de marzo de 2013

Reflexión

De abejas y políticos

Por Jesús Villar

De todos los animales, la abeja es el único que se sirve de elementos externos y ajenos para crear algo aplicando algún tipo de destreza. El principal fruto de la abeja, la miel, es un producto acabado y manufacturado por este animal, capaz de fabricarlo a partir de materias brutas que recoge y atesora. La abeja es uno de los primeros animales domésticos, pero no ha sido domesticada. Las abejas y los hombres se han frecuentado desde los inicios de la historia de la humanidad: la abeja ya evidenciaba sorprendentes modales de comportamiento civil antes de que los hombres hubiesen desarrollado nada parecido a una organización social. Casi podría decirse que la finalidad última de las abejas podría haber sido enseñar a los hombres los secretos del interés personal bien entendido y a comportarse socialmente de manera aceptable y razonable. Pero con la que está cayendo, parece que no hemos aprendido nada de las abejas.
Para Claire Preston, autora del libro Abeja, la historia de las abejas está llena de paradojas y sátiras para el arte, la política y el pensamiento social. Desde la Antigüedad, tenemos la percepción que las abejas siempre trabajan para el bien común, inmunes al soborno y a la corrupción. Pitágoras creía que las almas de los sabios y los ingeniosos pasaban directamente a encarnarse en abejas. Pero en estos tiempos, el comportamiento deshonesto de quienes debieran velar por el bienestar de la colmena, ha producido terror ante un enjambre engañado que puede atacar violentamente de forma irracional e irreflexiva. Los políticos deberían aprender de las abejas y temer a las masas cuando se les traiciona con comportamientos nada ejemplares como apropiarse del trabajo de las abejas obreras.
La especie Apis mellifera es el nombre científico que recibe la abeja melífera común. Para la tradición occidental, la miel representa la elocuencia y el placer. De alguien que habla o besa bien se dice que sus palabras o sus besos son "tan dulces como la miel". La miel posee la capacidad de conservar la humedad, es antioxidante, anticancerígeno y ayuda a combatir las infecciones. La salud de los ecosistemas puede medirse por la de las abejas. Todo su organismo ha evolucionado con una única finalidad: funcionar como partes intercambiables de esa fábrica natural y eficiente que es la colmena. Para el ensayista belga Maeterlinck, la abeja es un ser de muchedumbre; aislada, provista de víveres abundantes y en la temperatura más favorable, expira al cabo de pocos días, no de hambre ni de frío, sino de soledad. En los humanos, la individualidad y la pertenencia social son dos estados inconciliables. En cambio, en la abeja se integran plenamente.
En comparación con otros animales, la abeja posee un cerebro excepcionalmente grande para su tamaño. Las abejas no poseen aparato auditivo y sólo pueden percibir movimientos superficiales y el desplazamiento de las partículas en el aire, aunque sus dos antenas poseen potentes órganos sensibles al tacto y a los olores. Las abejas perciben un espectro de colores muy limitado; son sensibles sobre todo al blanco, el amarillo, el azul y el negro. La colmena se reparte entre una sola reina adulta y millares de obreras. Las abejas zánganos son los únicos machos de la colonia. De todas las abejas especializadas, las obreras son las más ingeniosas. Entre sus muchas funciones destacan las constructoras, nodrizas, recolectoras de polen, cereras, guardianas, porteras y exploradoras. La reina pone un millar de huevos fertilizados por día durante todos los días de su vida. Estos huevos son depositados en celdas de cera construidas por las obreras en el interior de la colmena. El fruto del trabajo de la vida entera de una abeja representa menos de media cucharilla de miel. Pero para las grandes explotaciones apícolas del mundo, la principal fuente de ingresos no es la miel sino la comercialización de la función polinizadora de las abejas. En EEUU, las abejas melíferas son responsables de la polinización de más de 100 cultivos agrícolas.
Los desórdenes políticos y sociales llevaron a ver en las abejas un ejemplo permanente de gobierno eficiente. El ejemplo político de las abejas hizo que la colmena y la celda hexagonal fueron elegidas símbolos de la República francesa. Shakespeare expuso algunas de sus ideas sobre la autonomía del gobierno poniendo de ejemplo a las abejas. Era frecuente comparar al hombre justo con la abeja, aunque los rasgos morales y políticos de las abejas se han interpretado según los intereses del momento. Así se habla de abejas derrochadoras para referirse a las que corrompen la colmena con su desmedido gusto por el poder y las riquezas. Cuando se persiguen fines egoístas, se acaba trayendo la ruina. El cómico Jerry Seinfeld siente fascinación por las abejas, a las que considera la organización más armoniosamente gestionada del mundo. La actual crisis de valores en España nos ha dejado ver que el panal se ha convertido en un penal para muchos y que la colonia de abejas es un rebaño de ovejas, una metamorfosis desprovista de iniciativa y fácilmente manipulable. Buen día y hasta luego.
Fuente: http://www.laprovincia.es

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